He aquí un visionario texto de 1872 en el que Hugh Reginald Haweis, reverendo y escritor inglés, reclama que alguien se invente ya, por favor, un arte que trabaje con el color de la misma manera que la música trabaja con el sonido. Arqueología conceptual del cine abstracto, de los flicker films y de los directos AV no figurativos en toda su gloria:
«El único rival posible del Sonido como vehículo para la emoción pura es el Color, pero hasta ahora no se ha inventado ningún arte que tenga exactamente la misma relación con el color que la música con el sonido.
Cualquiera que haya observado atentamente una puesta de sol se habrá fijado en que el color, como el sonido, posee las cinco cualidades que pertenecen a la emoción: el paso de tintes oscuros a claros se corresponde con la Euforia y la Depresión. Las palpitaciones de la luz y la movilidad de los tonos dan Velocidad, la pobreza o riqueza del mismo color constituye su Intensidad, la presencia de más de un color da Variedad, mientras que la Forma se ve determinada por los diferentes grados del espacio ocupado por los distintos colores. Sin embargo, no existe ningún arte del color como lenguaje de la emoción pura.
Hasta ahora, el arte de la pintura siempre ha dependido de ideas definidas: rostros, acantilados, nubes, incidentes. Cuando el espectador está ante el arte de un grabador, un Sir Joshua Reynolds, o incluso un Turner, desconoce los colores del original, tiene ciertas nociones sobre el trabajo porque el color fue accesorio (un accesorio importante, sin duda, pero un accesorio), no algo esencial del pensamiento del artista. Sin embargo, presentar una sinfonía sin sonido, o sin las notas o símbolos que, a través del ojo, transmiten el sonido a los oídos, es imposible, porque el sonido, escuchado o concebido, no es el accesorio del trabajo del compositor, es lo esencial.
El arte del compositor convierte el sonido en un lenguaje de emoción pura. El arte del pintor utiliza el color solo como accesorio de la emoción. Todavía no se ha descubierto ningún método para organizar los colores por sí mismos para el ojo de la misma manera que el arte del músico organiza los sonidos para el oído. No tenemos pinturas de color que dependan solo del color, pero sí tenemos sinfonías que dependen solo del sonido.
El enfoque más cercano lo encontramos en las pinturas de Turner, pero incluso él, debido a la necesaria limitación de su arte, no cuenta con la propiedad de la velocidad. El lienzo no cambia ante los ojos, todo lo que es se presenta simultáneamente como en un acorde complejo, por lo que el atractivo de la velocidad, que es una gran propiedad de la emoción que podría pertenecer al arte color, se niega al pintor.
El Color se mantiene en un tipo de relación respecto al arte del pintor como la del Sonido en Grecia en relación al arte de la gimnasia. Igual que hablamos de la era clásica como un tiempo anterior a la era de la música real, quizá en la posteridad se aluda a la era presente como una era anterior al conocimiento del arte del color; una era en la que el color no se había desarrollado todavía en un lenguaje de emoción pura, sino que simplemente se usaba como accesorio del dibujo, igual que la música lo fue una vez del ejercicio corporal y de la recitación rítmica.
Estoy convencido de que es posible un arte del color análogo al arte sonoro de la música, y será una de las artes que atravesarán el futuro, como la escultura, la arquitectura, la pintura y la música han existido en el pasado. No entiendo por qué no debería estar a la misma altura que cualquiera de esas artes en el esplendor de sus resultados y en la variedad de sus aplicaciones.
Si contásemos con un sistema de notación del color que conectase intensa e instantáneamente con todos los tonos posibles y tuviese el poder de combinar colores ante el ojo de la mente, igual que una partitura combina sonidos a través del ojo para el oído mental. Si tuviésemos instrumentos, o algún mecanismo artístico apropiado para interpretar esas notaciones de color en ondas de color reales antes nuestros ojos, entonces tendríamos un arte nuevo, y el alcance y grandeza de su desarrollo son simplemente imposibles de estimar.
El lector, cuyos ojos responden apasionadamente al color, puede conseguir cierta anticipación vaga del arte del color del futuro si intenta recordar la impresión que provocan en él los tonos exquisitos de la cortina oscura de la noche en un espectáculo de fuegos artificiales.
Escojo los fuegos artificiales como ilustración antes que la puesta de sol más espléndida porque no estoy hablando de Naturaleza, sino de Arte —es decir, una composición salida de la mente humana cuyo significado depende de su relación respecto a las evidencias del diseño humano; y elijo la pirotecnia, en lugar de la pintura de clase alguna, porque ella ofrece la importante propiedad emocional de la velocidad, necesariamente ausente en el color fijo.
En el tipo de espectáculo que he mencionado se nos presentan las revelaciones más extraordinarias de Luz y Color. Los efectos producidos se suelen asociar con patrones vulgares, ruidos estruendosos y los contrastes más estúpidos y toscos. A veces las combinaciones son afortunadas durante un momento, por pura casualidad. Normalmente son caóticas, incoherentes, discordantes, y solo soportables por el esplendor de los materiales usados. ¡Pero qué Sinfonía tan majestuosa podría ser interpretada con esas llamaradas orquestales de tonos incomparables! ¡Qué melodías delicadas compuestas a partir de luces flotantes, cambiando y derritiéndose de una intensidad lenta a otra en la oscuridad, hasta que el tierno amanecer ópalo recibe por ventura el último pulso palpitante de llamas carmín y prepara al ojo para un paisaje nuevo de colores exquisitos! ¿Por qué no deberíamos ir al Palacio de la gente y asistir a un verdadero preludio o Sinfonía de Color igual que vamos a escuchar la obra de Mozart o Mendelssohn?
Pero primero debe constituirse ese arte del color, deben descubrirse sus símbolos y fraseología, inventarse sus instrumentos, deben nacer sus compositores. Hasta ese momento, la música no tendrá rival como medio Artístico de la emoción.»
Podéis encontrar el texto original en inglés en el libro Music and Morals.
Con todas las diferencias que hay entre imagen y sonido, estas comparativas me parece que acaban siendo un poco arbitrarias. Comento mi discrepancia esencial con el texto. Dice:
«Hasta ahora, el arte de la pintura siempre ha dependido de ideas definidas: rostros, acantilados, nubes, incidentes. Cuando el espectador está ante el arte de un grabador, un Sir Joshua Reynolds, o incluso un Turner, desconoce los colores del original, tiene ciertas nociones sobre el trabajo porque el color fue accesorio (un accesorio importante, sin duda, pero un accesorio), no algo esencial del pensamiento del artista. Sin embargo, presentar una sinfonía sin sonido, o sin las notas o símbolos que, a través del ojo, transmiten el sonido a los oídos, es imposible, porque el sonido, escuchado o concebido, no es el accesorio del trabajo del compositor, es lo esencial.»
Yo creo que el sonido es tan esencial a una obra musical cómo el color a una pictórica (para no liar, prefiero referirme sólo a obras clásicas). A una sinfonía le puedes cambiar los sonidos, o sugerirla sólo mediante el ritmo, y creo que tendrá efectos similares a cambiar los colores de una pintura o a sugerirla mediante el dibujo de sus formas. E igual que el ritmo se crea mediante algún sonido, el dibujo de las formas también se realiza con algún color.
Dice también: «tenemos sinfonías que dependen solo del sonido.»
También dependen de su estructura y de qué sonidos son utilizados (sigo pensando sólo en obras clásicas) como cualquier pintura depende de su forma, de los colores empleados y de cómo se combinan.
Otra cuestión es que la pintura sea estática y la música tenga velocidad o movimiento. Precisamente, creo que es Turner uno de los que mejor lo sugiere, aunque sólo sea eso.
Efectivamente, cualquier comparativa entre imagen y sonido es siempre un poco arbitraria, aunque yo creo que estoy bastante de acuerdo con lo que plantea Haweis, al menos según lo que yo interpreto. Creo que la música sin sonido no puede existir (salvo que nos metamos en temas de vanguardia y hablemos de cosas tipo 4?33?, que en realidad tampoco existe sin sonido, porque el silencio no existe, aunque esta pieza concreta tenga más que ver con el tiempo que con el sonido per se). Quizá podríamos discutir si la pintura sin color puede existir, si algo tipo el cuadrado negro de Malévich es presencia o ausencia, pero en cualquier caso creo que en la pintura clásica, que obviamente es de la que habla el texto porque en esa época no había otra cosa, el color es más un elemento entre decenas que lo fundamental. El otro día precisamente encontré este texto sobre el negro como vacío y/o color que me pareció muy interesante http://publicdomainreview.org/2015/04/09/black-on-black/
De todas formas, lo que me parece realmente interesante del texto es que un cura en el año 1872 se esté planteando la falta de movimiento/velocidad de la pintura y sugiriendo que falta por inventar un arte, que básicamente sería el cine.