Honore Daumier, Clown Playing a Drum 1865-67 The British Museum, London
Para poder enfrentarse al presente y crear el futuro, la tradición debe ser derrocada, violentamente si es necesario. Pero la perdida de la tradición arranca el ancla de la esperanza de nuestro entendimiento y nos deja sin rumbo y sin fuerzas. El objetivo de los artistas, escribía en 1860, debe ser por ello entender lo moderno como ‘pasajero, fugaz y contingente’ en relación con la otra mitad del arte que se ocupa ‘de lo eterno e inamovible’.
[…] En la narración ‘El viejo Payaso’, incluida en Spleen de Paris, encontramos una elocuente evocación de todo esto. Se describe París como un gran teatro. ‘En todas partes alegría, lucro, disipación; en todas partes la garantía del pan de mañana; en todas partes frenéticos arrebatos de vitalidad’. La fete imperiale del Segundo imperio va a toda marcha. Pero entre ‘el polvo, los gritos, la alegría y el tumulto’, Baudelaire encuentra ‘al penoso viejo payaso, encorvado, decrépito, una ruina humana’. El payaso está ‘silencioso e inmóvil. Se había rendido, abdicado. Su suerte estaba echada’. El autor siente ‘la terrible mano de la parálisis atenazando su garganta’, al mismo tiempo que unas ‘lágrimas de rebeldía que no llegarán a caer’ nublan su vista. Quiere darle dinero, pero el movimiento de la multitud le arrastra hacia delante. Mirando hacia atrás, se dice a sí mismo: ‘acabo de ver al prototipo del viejo escritor que ha sido brillante animador de la generación que le ha tocado vivir, el viejo poeta sin amigos, sin hijos, degradado por la miseria y la ingratitud del público, y a cuya barraca el caprichosos mundo ya no se molesta en acudir’.
David Harvey Paris, Capital de la Modernidad Akal cuestiones de antagonismo 2008 Pág 24
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