
Hoy es 11 de septiembre, y no podemos no volver a prestar atención al eco del Golpe de Estado de Chile en 1973, que no cesa con el paso de los años. Hace algún tiempo, dedicamos un artículo a la llamada «interferencia secreta», la grabación interna de las comunicaciones de las unidades golpistas durante el Golpe de Estado de Chile en 1973, que fue filtrada a mediados de los años 80, y ampliamente distribuida y escuchada en todo el país.
Pero, cómo no, aquel no era el único documento sonoro de «el 11». En 2013 el artista chileno Sebastián Jatz Rawicz había dado con un artefacto sonoro curioso: una grabadora de bobina abierta, una Geloso G.256, que contenía una grabación de campo realizada por el Dr. Ramón Puente Martínez desde una ventana de su casa el 11 de septiembre de 1973, el día en el que tuvo lugar el Golpe.
Sebastian Jatz no sólo se había tomado el cuidado de digitalizar la cinta, sino que también había dejado un registro fotográfico de la grabadora y micrófono empleados en la siguiente entrada en el blog de Arsomnis, y hasta había localizado la dirección y el lugar exacto desde donde el Dr. Puente Martínez había realizado la grabación en Santiago.
Estamos ante un documento sonoro radicalmente distinto a aquella grabación de las comunicaciones internas de los militares golpistas que tanto interés suscitó en su momento. Es diferente en la intencionalidad con la que se ha realizado, pero también es distinta en las propias condiciones de grabación.
«Estoy mirando estas imágenes, y las imágenes, a su vez, me están mirando a mí», decía Hito Steyerl de una serie de imágenes bélicas del conflicto en Siria durante «Eye Explosion», una conferencia performativa que impartió en el Museo Reina Sofía de Madrid en noviembre de 2015. Steyerl hacía referencia, por supuesto, al móvil en cuya pantalla estaba viendo las imágenes – un dispositivo capaz de obtener tanta o más información de quien lo mira como éste de lo que ve en su pantalla.
La Geloso G.256, la grabadora que sirvió para realizar la presente grabación, no tiene estos poderes de sustracción de datos y vigilancia, pero sí es cierto que el micrófono empleado es omnidireccional, y al ser colocado en la repisa de una ventana, nos aporta uno de los aspectos más interesantes de esta grabación: escuchamos tanto lo que suena dentro de la casa como lo que suena fuera. Esto nos presenta con un paisaje sonoro que confunde espacio doméstico con espacio público, y crea un marcado contraste entre los quehaceres dentro de un hogar y la situación de violencia extrema que se vive en el exterior.
Así, mientras en el exterior suenan sirenas y ráfagas de metralleta, hacia (02:15) este barullo se mezcla con una voz de televisión o radio en el interior de la casa, donde también suenan pasos, voces y conversaciones entrecortadas. Hacia (02:31) alguien dentro de la casa hace un barrido por las frecuencias radiofónica, buscando alguna emisora. Fuera, el ruido de disparos y ráfagas de metralleta parece acercarse y alejarse por momentos, a medida que los puntos de conflicto también cambian de lugar. Poco a poco, en el interior suenan más voces y se identifican más pasos. Parece que en la casa hay dos mujeres y un hombre.
Hacia (03:22) suenan cubiertos dentro de la casa – alguien está poniendo la mesa. Nos acercamos a uno de los momentos más surrealistas de la grabación: a partir de (04:51) escuchamos a una familia de Santiago sentada en la mesa comiendo mientras fuera, en las calles y plazas de la ciudad, sigue el combate. En concreto, hay varios momentos en los que los sonidos de platos y cubiertos y las metralletas en las calles fuera quedan a un volumen muy parecido, ofreciendo un paisaje sonoro insólito. Más allá de algunas conversaciones entrecortadas, lo que más suena en la casa es música (parece que de la emisión de emergencia de un canal televisivo), y ocasionales voces del espacio radiofónico.
Sobre las (07:11) suenan explosiones, aunque es difícil determinar si son los misiles impactando contra La Moneda (no se escuchan los aviones a reacción). Hacia la mitad de la grabación, entre (11:30) y (12:20), las transmisiones radiofónicas dentro de la casa se hacen más frecuentes. Se oyen varias emisoras, aunque ninguna parece ser Radio Magallanes, la última emisora radiofónica en Santiago fiel al gobierno. Escuchamos a alguien hablar de un «cese del fuego de cinco minutos», en espera de la rendición de Salvador Allende y el resto de defensores de La Moneda – algo que sabemos tuvo como desenlace el suicidio de Allende.

En su proyecto Images, mon amour, el artista libanés Rabih Mroué trabajaba con imágenes recogidas de redes y producidas por jóvenes sirios que empleaban sus móviles para grabar momentos de combate en las calles o para encontrar y seguir los movimientos de francotiradores. Lo que le fascinaba a Mroué de aquellas imágenes era, por una parte, las condiciones en las que se producían – en muchas ocasiones aquellos jóvenes sirios no parecían advertir el peligro que suponían los francotiradores apuntándoles, como si las pantallas de sus móviles sirvieran de escudo protector, algo que a veces tenía consecuencias letales. Por otra parte, a Mroué le interesaba mucho la intencionalidad de aquellos jóvenes productores de imagen: no había ninguna intención artística en aquellos planos bélicos, ni siquiera un intento de armar una narrativa documental de los acontecimientos; lo que los impulsaba era el deseo de dejar constancia de algo, de producir una imagen que sirviera de testigo de lo que ocurría, aunque en algunos casos esto les costara la vida.
Aquel 11 de septiembre de 1973 el Dr. Puente Martínez no corría un peligro parecido. En parte, esto viene dado por la propia autonomía del instrumento de grabación: se puede colocar el micrófono en la repisa de una venta, activar la grabación, y luego resguardarse en el interior. Pero sí parece que el material sonoro que ha producido ha sido impulsado por un deseo similar de dejar constancia y de testimoniar un acontecimiento, aunque la herramienta a su alcance no deje de ser una grabadora de consumo, con prestaciones técnicas limitadas, y aunque los elementos más sorprendentes e interesantes de la grabación no sean producto de su intencionalidad ni de su pericia fonográfica. Porque, en el plano testimonial del trabajo con medios, no hay testimonios «menores», sólo está el eco de un acontecimiento.
Muchas gracias a Sebastián Jatz Rawicz, a quien debemos tanto el haber rescatado esta grabación, como haberla digitalizado y compartido, y a Gerardo Figueroa Rodríguez, quien hizo de inestimable asesor y revisó el primer borrador de este texto.
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