Los acúfenos, o tinnitus, siguen siendo un misterio para la ciencia. Como fenómeno perceptivo que presenta el síntoma de una audición de sonidos sin origen externo conocido, se les atribuyen causas como el estrés, la pérdida de audición, y otras complicaciones de salud, pero ninguna explicación ha llegado a esclarecer ni sus causas ni su posible tratamiento. Por eso, lo acúfenos complican tanto nuestra comprensión de la neurociencia como nuestras ideas establecidas sobre qué supone el acto de escucha, por no hablar de lo que entendemos por ecología acústica.
En «La investigación de los acúfenos», la pensadora Vinciane Despret repasa algunos de los recovecos menos conocidos de la historia de la investigación científica sobre los acúfenos, y traza la posibilidad de que los acúfenos sean, en realidad, parte un proceso de escucha y comunicación interespecies.
Despret inicia su ensayo con una serie de comunicaciones de la desaparecida Asociación de Zoolingüística, en los que se señalan una serie de avances en los estudios de los arácnidos. En particular, se hace referencia a los experimentos realizados ya en las primeras décadas del siglo pasado por F.L. Wells sobre las propiedades acústicas de las telarañas, y las reacciones de las arañas cuando se usaba un sencillo diapasón para hacerlas vibrar[1].
Las comunicaciones de la Asociación que cita Despret reivindican el trabajo de F.L. Wells, en parte, para enfatizar la necesidad de volver a prestar atención a la dimensión aural en sus líneas de investigación:
Porque estas investigaciones sobre las formas lingüísticas animales (poéticas, líricas o científicas), por interesantes que fueran, permanecieron obstaculizadas por un sesgo terrible: privilegiaron la kinética. Y privilegiar la kinética es privilegiar lo visible.
(…)
Debemos ahora, imperativamente, romper con el campo de lo visible que limita considerablemente el posible avance de nuestras investigaciones. Tenemos que centrarnos en la búsqueda de trazas no audibles y no visibles. Estamos convencidos: estas trazas deben existir y tienen un sentido. Y este sentido solo podrá ser descubierto analizando sus efectos, de los cuales apenas podemos imaginar su amplitud”.
Si bien hoy en día miraríamos los experimentos de F. L. Wells como una forma de «ciencia de garaje», lo cierto es que formaban parte de una larga genealogía de investigaciones científicas que se remontaban a finales del S. XIX, con «The Influence of a Tuning-Fork on the Garden Spider»[2] de Charles Vernon Boys, y seguirían en los años 50 de la mano de Peter N. Witt.
Pero a diferencia de estos otros referentes, parece ser que F. L. Wells veía una clara relación entre los experimentos tremológicos con telarañas y el creciente tinnitus que lo aquejaba, y postulaba la posibilidad que el origen de los acúfenos fuesen las mismas arañas cuyas redes manipulaba.
El trabajo de F. L. Wells no llega a ninguna conclusión clara, y sus hipótesis son difíciles de tomar como base de un desarrollo más a fondo de la cuestión debido al progresivo deterioro de su salud mental hacia el final de su vida, hecho del que dan cuenta varios testimonios recogidos por Despret. Pero Despret señala varias comunicaciones de la Doctora en Tremología Sara Tomasceno y la Asociación de Estudios Cosmo-fonocénicos, cuyas investigaciones, décadas después, parecen indicar que sí cabe pensar en los acúfenos como comunicación sonora interespecies, esto es, que se trata de la respuesta de los arácnidos ante lo que perciben como una irrupción acústica y vibracional en su paisaje sonoro:
Tras la lectura del expediente F.L. Wells y de numerosos casos similares, logramos contar suficientes antecedentes que confirmarían la hipótesis de una cierta correlación entre las investigaciones sobre las arañas a través del diapasón y la aparición de acúfenos en los sujetos expuestos. Sin embargo, no todos parecen presentar el cuadro clínico completo de F.L. Wells, aunque no debemos desechar la posibilidad de que ciertos sujetos hayan preferido no mencionar ciertas particularidades asociadas al cambio que vivieron. Sí podemos, entonces, avanzar sobre un cierto vínculo estadístico entre las investigaciones con diapasón y lo que llamamos, a falta de una mejor forma de nombrarlo, “acúfenos”;
(…)
Pensamos entonces poder construir la hipótesis de que las arañas serían el origen de estas experiencias sensoriales entre aquellos que fueron víctimas. Pero, por otro lado, si no podemos, en el estado actual de nuestro conocimiento, afirmar que las arañas intentan deliberadamente decirnos algo, podemos pensar sin dudar que hay algo que vale la pena ser escuchado.
En concreto, Tomasceno cita un estudio de E. B. Trovato, en el que se evalúan unos treinta sujetos que presentaban síntomas de tinnitus, quince de los cuales eran aracnólogos. Las conclusiones del estudio de Trovato es que lo más probable es que lo que sufrían los aracnólogos no fueran acúfenos, ya que presentaban un cuadro muy diferente al resto de sujetos estudiados (que formaban el grupo de control del estudio).
Y aquí es donde las cosas se ponen verdaderamente interesantes…
Tras haber sometido a nuestros sujetos a una serie de tests llegamos a la conclusión de que lo que afecta a los aracnólogos (a diferencia del grupo de control) no entra en la categoría de los acúfenos.
(…)
No se remarcó ninguna deficiencia auditiva en los grupos de aracnólogos, al contrario del grupo de control en el que las deficiencias van de una deficiencia mediana a una fuerte pérdida de la audición.
(…)
Todos, en el grupo de aracnólogos, afirman además que «no se trata, para hablar propiamente, de sonidos», sino de vibraciones que se traducen en pensamientos. Ellos afirman no haber conocido jamás esta capacidad de sinestesia atípica.
…Sólo que, siguiendo las pistas de las referencias citadas por Vinciane Despret en su ensayo, no se encuentra ni rastro de este estudio, ni, al contrario de lo que sugiere su apellido, de E. B. Trovato. Y si bien la biotremología es un campo de estudio real y muy interesante, no aparece por ningún sitio referencia alguna a una Doctora en Tremología llamada Sara Tomasceno. Para gran decepción del que suscribe, tampoco ha sido posible dar con evidencia de una Asociación de Estudios Cosmo-fonocénicos.
Lo que ha hecho Vinciane Despret con «La investigación de los acúfenos» ha sido enhebrar investigación científica y ficción especulativa para armar una reflexión que traza la posibilidad de una comunicación acústica interespecies.
No estamos ante un texto de ficción «pura»: Despret no hace aquí lo que ya hizo Borges en «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius». Buena parte de los ensayos y líneas de investigación a los que hace referencia existen (el Doctor Peter N. Witt hasta fue objeto de un reportaje en la revista Life, que es de donde proceden las imágenes que hemos reproducido aquí.) Simplemente, a partir de cierto momento Despret se aparta del camino de la investigación científica (una práctica eminentemente especulativa) para tomar la vereda de la ficción especulativa, manteniéndose en la sección que estos ámbitos comparten: la pregunta ¿Y qué pasaría si…?.
En realidad, las pistas de lo que ha tramado Despret, como en toda buena trama de ficción, están ya en el arranque del texto. Una asociación científica internacional – Asociación de Zoolingüística – que tomara su nombre y líneas directrices de una idea acuñada por Ursula K. Le Guin sólo podría existir en un mundo mejor que el que habitamos[3]. Hay más pistas que aluden al ámbito de a ficción especulativa, como la referencia a H.G. Wells mencionando a Charles Vernon Boys en su novela The World of William Clissold. Y el que suscribe considera que, si la Asociación de Estudios Cosmo-fonocénicos, como todo indica, verdaderamente no existe, es extremadamente urgente fundarla y ponerla en marcha[4].
Este enfoque especulativo se hace más vigente en el momento presente, en el que el colapso climático ha vuelto prácticamente todo pensamiento humano en algo especulativo y tentativo. Un momento también en el que el futurismo ha vuelto a ponerse de relieve, aunque ciertamente no el futurismo abanderado por la ciencia ficción clásica, sino más bien el futurismo de un Murray Bookchin y un Kim Stanley Robinson, que también impregna buena parte de movimientos que aúnan activismo político y ficción especulativa, como el solarpunk.
Si la, sin duda ficcional, Sara Tomasceno hacía referencia a «algo que vale la pena ser escuchado», Despret está abordando la comunicación interespecies como algo que vale la pena ser pensado. Entre otras cosas, porque seguimos sin saber a ciencia cierta (perdón) qué son exactamente los acúfenos.
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«La investigación de los acúfenos» de Vinciane Despret fue traducido al castellano por Pablo Méndez para el programa Prácticas artísticas en un planeta en emergencia en el Centro Cultural Kirchner, Buenos Aires, y está disponible aquí.
[1] «Orbweavers’ Differential Responses to a Tuning-Fork», Psyche, vol. 43, nº 1, 1936, pp. 10-1, http://dx.doi.org/10.1155/1936/49286
[2] “The Influence of a Tuning-Fork on the Garden Spider [La influencia de un diapasón de afinación en una araña de jardín]”, Nature, nº 23, 1880,pp. 149-150. https://www.nature.com/articles/023149a0/
[3] La Asociación de Zoolinguística es una asociación ficcional que aparece en Ursula K. Le Guin, «The author of The Acacia Seeds. And other Extracts from The Journal of the Association of Therolinguistics», en The Compass Rose: Stories, Harper and Collins, 2005, pp. 3-14.
[4] No estamos tan lejos de esto como pudiera parecer. En 2019, la propia Vinciane Despret tituló su diálogo con Donna Haraway en el CCCB «Fonoceno». Es una conferencia dialogada que merecería una discusión aparte, y a fondo, en este blog o en otro lugar: https://www.cccb.org/en/multimedia/videos/donna-haraway-and-vinciane-despret/234895
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